No creo que la felicidad sea un sentimiento permanente,
que se tiene o no se tiene. Digamos que la felicidad viene en frascos pequeños,
para que no abusemos de ella de tal manera que un día lleguemos a gastarla.
La felicidad es esa sonrisa correspondida de cualquier
desconocido; que a partir de ese momento puede convertirse en un gran amigo, un
abrazo a tiempo, un chiste malo, una caricia por la mañana, un ‘te quiero’ de
su boca, un amanecer a su lado, una hora hablando con él por teléfono, esa
canción que un día fue especial, las medias rasgadas que hay en tu armario, una
flor que te parezca bonita, un sonido especial, una fecha, una persona, una
locura.
La felicidad es esa sensación de libertad, que saca
sonrisas inesperadas en momentos inesperados. No se busca, te encuentra. Y
cuando te encuentra puede que no te des ni cuenta, que entre despacio y sin
hacer ruido, pero cuando se va, te deja un vacío inmenso y al mismo tiempo suena en tu cabeza esa
canción especial que un día te hizo feliz.