Es curioso de la cantidad de cosas que puede estar hecha
una persona. Ella, por ejemplo, está hecha de momentos, de canciones a medias,
de anocheceres en la playa y amaneceres en su cama, de lágrimas y de sonrisas,
de su sonrisa. Está hecha de todos esos personajes de historias que me gustaría
ser y de todos esos lugares a los que jamás he ido. De finales felices que
nunca empezaron, y de principios que no llegaron ni a prólogos. Está hecha de
todas esas fotografías que un día quemé esperando que los recuerdos ardieran
con ellas. De domingos que soñaba que eran sábados, y de ese lunes especial que
un día cambió mi vida. Está hecha de personas, y de promesas, promesas que
nunca se cumplieron. Y, por suerte o por desgracia, está hecha de él.
Él, sin embargo, esta hecho de besos de personas
equivocadas, de noches y anocheceres, de pintalabios rojos y medias rasgadas.
Está hecho de caricias y besos en el cuello. De arañazos en la espalda en vez
en el corazón. De te quieros de una noche, y te odios de muchos días. Él está
hecho de alcohol. Y, al contrario que
yo, él está hecho de muchas, y no solo de mí.